jueves, 2 de enero de 2014

Me duele España.

Me duele España. El ruedo ibérico enferma y agrava su situación por momentos. Es duro decir que la tauromaquia se gangrena, pero es decir la verdad. Los ataques externos, no nos engañemos, son simples arañazos. El mal, el cáncer, está dentro. Enraizado.

No sé qué tirano nos gobierna porque estoy seguro que son varios, unos pocos oligárquicos que desde su situación de privilegio miran con altanería a los aficionados, pero sobre todo, al alma de la fiesta, al toro. Cada día se tiene menos respeto a la integridad del mismo.

La tauromaquia no se debe tratar como un conjunto de cosas que hacen la unidad, sino como una unidad formada por un conjunto de cosas. Me explico. Cuando nombramos al cuerpo humano nombramos a la unidad que está formada por una serie de órganos. Estos órganos no protagonizan luchas de poder ni peleas jerárquicas. Cada uno sabe su función y la realiza para la supervivencia del organismo. Todos estos miembros están dirigidos por el cerebro, quien manda y resuelve los posibles conflictos. 

Ganaderos, toreros (también subalternos), empresarios taurinos, periodistas, aficionados y demás núcleos del mundo del toro representan los órganos del cuerpo que acabo de describir. Pero hay un órgano que queda libre ó a medio hacer, el cerebro. Necesitamos ese ente que nos gobierne, regulando y legislando. No podemos vivir más en ésta caótica anarquía que siembra incertidumbre en el futuro incierto de nuestra fiesta, nuestra tradición y nuestra cultura.

Lo tenemos todo, tenemos el triunfo en la palma de la mano, depende de nosotros salir por la puerta grande. El día que desarrollemos un cerebro eficaz y eficiente que agrupe a todos, ese día, habremos dado un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad porque la tauromaquia dejará de ser efímera para ser inmortal e infinita. 


Javier Comos

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