sábado, 19 de octubre de 2013

Primer tercio o tercio de varas.

La finalidad de este tercio la disminución de facultades provocadas por las heridas causadas por la puya, el castigo no debe ser excesivo pero suficiente para que el toro temple su ímpetu y ahorme su cabeza, fijando la embestida, dejando de lado el cornear continuo y descompuesto.

En el siglo XVIII el picador que realizaba la suerte, la hacia a toro levantado.
El reglamento de 1917 recoge todavía la tradición más vieja, dice en su artículo nº 50: "Antes de la salida del toro se situarán dos picadores a la derecha de la puerta central, a cinco metros de esta, guardando una distancia de siete metros uno de otro, y colocándose en primer término, o sea más cerca del chiquero, el picador más moderno. Los sitios se señalarán en la valla con una línea de pintura blanca". 
Para esa fecha ya estaba desvirtuada la suerte de picar a toro levantado, propiciado principalmente por la alteración del orden de picar. En la primera mitad del siglo XIX es obligatorio por ley respetar el orden de antigüedad como así recogen los reglamentos más viejos. La suerte de picar a toro levantado viene entonces a convertirse en lance de derribar al toro al piquero, impérito e indefenso. Por esta causa se decidió que los picadores no salieran al ruedo hasta que el toro no estuviera fijado, así lo recoge el reglamento de 1930 en su artículo nº 65.
Esto ha llevado a que se capea al toro antes de la salida de los picadores, por eso algunos tratadistas consideran que la lidia se divide en cuatro períodos, en realidad este primero no es más que una separación del de varas. 
Otra característica que ha variado es el número de puyazos que ha de tomar el toro para considerarle apto para la suerte de banderillas sin sanción por su falta de bravura. Realmente el tercio de picar no deja de ser una retienta para comprobar la bravura del toro, por eso se dice que las tientas en las ganaderías son una simulación del tercio de varas. El encargado de dirigirla es el presidente, es de su competencia el cambio de suertes y hasta dirigir a los picadores si no cumplían su misión. primitivamente el número de puyazos quedaba arbitrado por el presidente, y en él recaía la decisión de echarle perros o ponerle banderillas de fuego al toro manso. 

El reglamento de 1923 disminuía la rigidez de reglamentos anteriores que eran demasiados excesivos en su castigo al toro. El actual reglamento conserva el número de puyazos, cuatro, pero sigue siendo el magistrado el que decide si abreviar y darle menos puyazos, por diferentes causas como flojera en los toros o por el tamaño de la puya actual.
Cabe añadir que no se permite capear a los toros mientras esta siendo picados, a menos que la autoridad lo permita por si la situación así lo exige, éste aspecto se recoge en el reglamento de 1880 en su artículo nº 61. 

Como se puede observar este tercio a evolucionado de forma tremenda hasta nuestros días, podemos decir que ahora llegan más al aficionado y es menos violento de lo que lo era antes, pero demasiadas veces se cae en el error de torear en exceso al toro en este tercio. 


Javier Comos (@duquecomos) 


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