El toreo emocionó y conmocionó. Ayer se vivió en Las Ventas una tarde de ensueño
y fantasía. Dos toreros, un novillero hacían el paseíllo. Ritter el novillero que
tomaba la alternativa como matador de toros demostró lo que ya se dijo en su
momento, tiene buenas formas pero está verde, muy verde. Aún así el acto
ceremonial de su alternativa fue emotivo, bonito, con un largo discurso de El
Cid, su padrino. Una vez pasado el trámite, saltaron a la luz las siderales
carencias de éste torero, primero perdió la cara al toro, propiciándole el primer
susto de la tarde y segundo al toro se le debería de haber exprimido más, fruto
de la inexperiencia, pero confiemos, en que, como aseguran los expertos en esto
Colombia tenga un torero de futuro. En el segundo de su lote, lidiado en sexto
lugar, un burraquito con "unas velas" que solo de verlas ya te hacían dar un paso
para atrás, pero nada, pura fachada, manseo puro y descaste en estado de gracia.
Imposible. Ritter alargó la faena demasiado, con un halo de esperanza en que
diera un pase bien dado, pero acabó frustrado.
Pasemos a hablar del protagonista de Otoño, Fandiño, ese gladiador con muleta y
espada. Magistral, eufórico, levantó al público con un inicio de faena de libro,
para el recuerdo. Dos estatuarios y remates por bajo firmó para que las gargantas
desgarradas de los aficionados gritaran con sumo gusto "OLÉ" a cada pase que
daba. Se sucedieron varias tandas de mano muy baja y con una profundidad elitista
propia de su toreo verdadero. La tarde estaba rota, estaba claro que iba a tocar
pelo. Se armó la muleta en la mano izquierda y de nuevo emocionó con su toreo.
Cerró la faena con una estocada que aunque no fue a parar en el sitio justo,
demostró la eterna entrega de éste torero al toreo actual. El toro cayó y los
aficionados se levantaron como resortes endiablados con un pañuelo en la mano
clamando la oreja. Fandiño ya es figura. Consguió que un sector de la plaza no
estuviera de acuerdo, enhorabuena torero. En el segundo de su lote no tuvo la
suerte de su bando, el toro no quiso ni embestir ni trasmitir, adiós a la puerta
grande, bien Fandiño abreviando.
Me he dejado a El Cid para el último lugar, por las emociones vividas, porque
ayer volvió a Las Ventas el torero de antaño, el añorado. Lidió al primero de su
lote en segundo lugar, sin decirnos nada, muchos ya pensábamos que sería una
tarde más la que le veríamos taciturno, con mas sombras que luces. Me equivoqué,
nos equivocamos, ¡bendita equivocación! Llegó el cuarto de la tarde, Fandiño le
hizo el quite que le correspondía, El Cid raudo acudió a los medios para hacer
una réplica, pausada, a la verónica, templadita, y rematada con una media para
deleite del aficionado. El público aquí estaba ya en un punto de entrega absoluta
a lo que ocurría en el ruedo. ¡Qué bonito ver a Madrid así! El Cid resurgió de
sus cenizas cuando cogió la muleta y empezó la faena con unos naturales que
sentaron cátedra, que hicieron emocionarse al público, ya levantado y casi casi
llorando, viviendo, disfrutando de la resurrección de un grande. Le sucedieron
varias tandas igual de magistrales, igual de vibrantes, ya se hablaba de las dos
orejas, porque el torero había abandonado su cuerpo para torear con el alma. Pero
otra vez, los aceros le jugaron una mala pasada, se esfumaron las dos orejas, una
pena pero el público estaba feliz por lo que habian visto,en cambio, El Cid,
desolado, desorientado, destrozado, con la mirada perdida en el horizonte y los
ojos vidriosos. Había perdido los trofeos de una faena que le había hecho
sentirse en torero. Su imagen desde el televisor era desgarradora, pero, ésto es
el toreo, gloria y tragedia.
Javier Comos (@duquecomos)